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CAPITULO 23, ESCRITO POR: DEIANNE

CAPITULO 23, ESCRITO POR: DEIANNE

(* Serena y Gerónimo *)

Serena empujó a Gerónimo y le dio una cachetada ante la vista de los dos niños y Xiomara.
-¡Nunca más te acerques a mí, Gerónimo!-Luego de esto se dio media vuelta y se fue.
A partir de ese día, Serena no volvió a llevar a Paula, la niñita que cuidaba a aquel parque.

El tiempo pasó y la pequeña se convirtió en una señorita, tan desastrosa y torpe como su niñera. Serena adoraba a Paula, sentía como si fuera una hija propia.
Una tarde mientras ella arreglaba el desorden que Paula había dejado en su habitación, sonó el teléfono.
-¿Si?-Preguntó ella.
-Hablamos del colegio de Paula Chois, ¿Es usted su tutora?
-Lo soy ¿Qué ha sucedido?-Preguntó preocupada.
-Si pudiera venir ahora mismo, se lo contamos personalmente, no es un asunto que pueda tratarse por teléfono.
-¡Claro, ahora mismo estoy haya!
Media hora más tarde, Serena entró en la oficina de la directora, y se sorprendió en demasía al ver sentado a Gerónimo Salvatierra junto a un adolescente parecido a Valentín.
Paula, de diez años, la miró entre avergonzada y arrepentida.
-¿Qué sucedió?-Preguntó mientras se sentaba junto a Paula. Intentaba evitar la mirada de Gerónimo todo lo que fuera posible. Le daba curiosidad ese niño, era tan parecido a ese mejor amigo que hacía tiempo ya, no veía.
-Pues esa señorita-Dijo Gerónimo con una gran sonrisa divertida en su rostro-Ha roto frente a mi ahijado Benjamín una carta de amor que él le hizo con mucho cariño. Luego le llamo flacuchento feo y al intentar empujarlo se resbalo y cayo sobre él.
-Oh-La palabra destino empezó a tomar forma en la mente de Serena. ¿Cómo podían haber sucedido tantas casualidades?, aquello estaba ocurriendo por algo. Aquel niño era el hijo de Valentín, y Gerónimo era su padrino. ¿Por qué?
-¿Qué dice señora?-Le preguntó la directora.
-Pues que Paula debe pedir perdón porque luego se arrepentirá de lo que hizo-Se apresuró a decir Gerónimo.
-Él tiene razón-Contestó Serena.
La bella Paula se levantó de su asiento y le tendió la mano a Benjamín.
-Si lo dice Serena, de verdad lo siento, Benjamín. Por haberte tratado como lo hice.
-Claro que te perdono-Dijo él niño con timidez.
Entonces Gerónimo se levantó y estrechó la mano de Serena. Ella sintió como un papelito se depositaba en su palma.
-Ya que esta todo solucionado debo irme, es mejor que estos dos regresen a clases-Y luego se fue.
Una vez fuera del colegio leyó lo que decía el papelito:
“En el parqué cuando salgas”.

Ella empezó a correr con todas sus fuerzas y cuando llegó, en medio de un parque desierto la esperaba Gerónimo. No lo pensó dos veces, porque era el destino, nunca lo dejó de amar, nunca lo dejaría de amar. Ellos debían estar juntos, la vida se lo demostró.
Corrió hacía él y lo besó con ardor. Como nunca antes en la historia de su romance lo había hecho. Luego todo se difumino. No recordaba como habían llegado hasta la cama de una habitación oscura, ambos estaban embriagados de besos y amor.
Se suponía que había dicho que nunca más querría volver a verlo.. Pero allí estaba de todas formas: Debajo de él, dejando que la acariciara y besara por dónde quisiera…Y sólo había una explicación lógica para eso…

La rubia gimió inesperadamente, cuando Gerónimo rompió el beso con un movimiento brusco, y hundió la cabeza en su cuello, trazando un camino desde la clavícula hasta el lóbulo de su oreja. Inconscientemente, Serena se mordió los labios ya un poco hinchados por sus besos, y lo tomó por la nuca, animándolo a seguir.
El chico separó sus labios de su lóbulo y acercó su cara a la de ella, para observarla detenidamente: Las pálidas mejillas sonrojadas, el color marrón de sus ojos oscurecido debido a la excitación que comenzaba a sentir, su respirar agitado que hacía que su pecho subiera y bajara repetidamente, rozando su torso con insistencia. Gerónimo cerró los ojos, disfrutando de la fricción.
Gerónimo colocó una mano en su cintura para apegarla más a él, y con la otra comenzó a acariciar y delinear suavemente el camino de la base de su espalda hasta cu cuello, enviando agradables escalofríos por todo su cuerpo. Serena, casi por reflejo se apegó más a él, permitiéndole notar como cada parte de su cuerpo se había tensado ante sus caricias. Gerónimo ahogó un gemido en su garganta cuando sintió sus erguidos pezones, traspasando la tela y oprimiéndose contra su pecho.
La rubia pasó sus brazos por el cuello de su compañero, mientras jugaba insistentemente con el cuello de su camisa. El Salvatierra captando lo que quería, se separó de ella por un segundo y se quitó la innecesaria prenda, arrojándola al suelo. La rubia se mordió el labio inferior ante la imagen de su fuerte torso al descubierto, y no pudo ocultar un sonrojo.
Gerónimo alzó una ceja, sorprendido ante el repentino pudor por parte de la chica, pero cuando esta se bajó el cierre de su ropa hasta el pecho, mostrando un muy sugerente escote, se tragó sus palabras.
Lentamente (demasiado para su gusto), la rubia bajó el cierre por completo y se quitó la blusa, revelando una cintura estrecha, un abdomen plano y unos pechos firmes y agraciados, cubiertos tan sólo por un lindo -y extremadamente sexy- sujetador negro, que servía como tortura mental para el pobre chico de veintitantos años.
Gerónimo sintió su boca repentinamente seca. No era la primera vez que la veía con tan poca ropa (Un flash de cierto día en la casa de Valentín cruzó por su mente), pero verla as í Tan… Tan… Dispuesta.
Y sólo para ÉL
Por la mirada y el leve sonrojo de Serena, notó como su potente erección se hacía evidente dentro de sus pantalones.
-Te eche tanto de menos- le susurró al oído mientras mordisqueaba su lóbulo. Entrecerró los ojos y se lamió los labios inconscientemente. Gerónimo observó ese detalle y no soporto más. No podía, ya había pasado el límite.
Comenzó a acariciar sus hombros suavemente, bajando y posando las manos en su pequeña cintura y comenzando a subir de nuevo. Serena gimió dentro de su boca, cuando sintió las manos del chico sobre en sus pechos, acariciándolos y masajeándolos por encima de la fina tela del sostén. Gerónimo notó como el cuerpo de ella comenzaba a reaccionar por su tacto, y como dos pequeños bultos comenzaban a endurecerse bajo sus dedos. La rubia pasó una pierna por la cintura del moreno, quien la sujetó y acarició sus suaves muslos por debajo de su corta falda.
Llevó sus manos hasta su espalda, buscando el broche del sujetador, y una vez que lo desprendió, lo quitó rápidamente. Gerónimo no puso la más mínima atención en donde termino el sostén, ya que estaba demasiado pendiente de lo que tenía frente a sus ojos. Otra vez sintió como su boca se secaba.
Eran simplemente perfectos. Firmes, redondeados, con un tamaño ideal que perfectamente podrían caber en sus manos. Era igual que en sus fantasías.
No…
Eran aún mejor.

Serena se sintió incómoda ante la mirada tan descarada de Gerónimo sobre su cuerpo, pero este pareció salir de su trance, e inclinándose hacia ella la besó nuevamente. Serena llevó las manos hasta su cabeza y comenzó a jugar con su pelo. El Salvatierra descendió hasta su cuello, mientras que con una mano apoyaba su peso y con la otra masajeaba sus pechos. La Rubia gimió con fuerza cuando los labios del chico ocuparon el lugar de su mano, e inclinando la cabeza hacia atrás, atrajo a Gerónimo por la nuca y lo animó a continuar.
Él sonrió altivamente entre sus pechos y siguió besando y lamiendo cada trozo de piel que estuviera a su alcance.
El dolor de la erección ya era insoportable, así que con un rápido movimiento se abrió los pantalones, mientras la rubia se sujetaba clavando las uñas en sus hombros. Gerónimo alzó la vista y sus ojos se encontraron, igual de lagrimosos y enrojecidos.
El moreno iba a preguntarle si quería que continuaran (Aunque realmente dudaba que pudiera detenerse ahora), pero Serena no lo dejó hablar, ahora ella inclinándose hacia él para besarlo, tomando la iniciativa. Gerónimo sonrió contra sus labios, mientras que su mano subía por una de sus blancas piernas, rozando insistentemente el borde de su ropa interior y adentrándose en ella, inesperadamente.
Serena gimió cuando sintió sus dedos en su intimidad. Enterró las uñas en su espalda con más fuerza que antes, cuando el chico comenzó a moverse dentro de ella, con diferentes ritmos e intensidad, haciéndola llegar rápidamente. Arqueó la espalda cuando sintió que ya estaba cerca del clímax. Gerónimo también lo notó y aumentó la velocidad para hacerla llegar más rápido.
Gritando su nombre, se sujetó de sus hombros, mientras sus tensos músculos se relajaban y su respiración se calmaba.
Es tan hermosa, pensó el Salvatierra, mientras se cercioraba de que no había quedado sordo después de su grito. Apartó su mano de ella, lamiéndola lentamente, mientras se fijaba en la forma en que fruncía el ceño y como abría la boca para recuperar el aire.
El solo hecho de pensar que había sido él quien le había provocado todo eso, derrumbó cualquier barrera de autocontrol que había podido sostener hasta ese momento. Casi con desesperación, levantó su corta falda para que no le estorbara y acercó su miembro hasta la húmeda entrada de ella. Serena arañó fuertemente su espalda al sentirlo dentro de ella tan súbitamente, y su grito fue ahogado por la boca de Gerónimo sobre la suya.
Su cuerpo se acomodó rápidamente al suyo, siguiendo el mismo ritmo que él. Otro gemido fue ahogado cuando el chico comenzó a moverse más rápido, frotándose contra su cadera para amoldarse aún más en ella.
Serena rápidamente perdió la noción del tiempo. Ella comenzó a gemir nuevamente el nombre de su amado entre cada violenta embestida y él no tardo mucho tiempo en hacer lo mismo.
Serena se mordió los labios fuertemente cuando sintió que su segundo orgasmo se acercaba rápidamente, y arqueando la espalda hacia él, acercó sus labios a los del chico. Súbitamente sintió como su cuerpo se tensaba ante un fuerte espasmo, que se expandió por todo su cuerpo. Casi al mismo tiempo, Gerónimo se vino también, enterrando la cabeza entre su hombro y cuello, embriagado por la misma sensación de placer que ella.
Pasaron unos instantes en silencio
Eso fue… Intenso, pensaron los dos al mismo tiempo, jadeando aún, y buscándose con la mirada.

CONTINUARA...

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